La primavera animaba a
salir al campo y qué mejor que visitar uno de los parajes boscosos más
impresionantes de la península Ibérica: la Serranía de Cuenca. Sus extensos
pinares, en un agreste territorio dominado por roquedos y cortados sobre roca
caliza, le han valido su declaración como Parque Natural en 2007.
Nuestro punto de encuentro
y alojamiento fue el camping de Las Majadas, pequeña localidad conquense muy bien situada en
pleno parque natural. Participamos un total de 32 personas, mitad adultos y
mitad peques. El tiempo fue radiante con temperaturas agradables y buena
compañía.
La mañana del sábado la
dedicamos a conocer Los Callejones, una pequeña ciudad encantada donde las
formas creadas por la erosión y el modelado kárstico nos impresionaron a todos.
Aquí reconocimos al pino negral, verdadero protagonista de los bosques de la
serranía, junto a enebros, agracejos, guillomos y majuelos. Comprendimos porqué
los tomillos y las lavandas huelen tan bien, son pequeñas las hojas de árboles
y arbustos y el sustrato tan seco.
Tras comer en un prado de
cuento, nos dirigimos a Los Miradores, un balcón que se asoma a la inmensidad
de la serranía desde el mismo borde del cortado calizo. Aquí pudimos
interpretar el paisaje, definiendo los diferentes elementos que lo integran:
sus bosques, los roquedos, los cantiles, las formas del relieve, y cómo todo
encaja. Los niños parecían más pequeños y los mayores teníamos los espíritus
más elevados.
Por la tarde realizamos la
visita guiada prevista al parque del Hosquillo, una antigua reserva cinegética
y ahora con vocación divulgadora. Tras conocer el centro de interpretación y el
museo con la ayuda de la monitora Sara y acariciar a la mansa cierva “Antonia”,
continuamos por el parque descubriendo una pareja de lobos ibéricos. Nos
emocionamos al poder contemplar estos animales llenos de fiereza y protagonistas
de tantas leyendas.
Pero lo que más ansiábamos
era ver los osos pardos, una especie que en nuestra península tan sólo vive de
manera silvestre en las montañas de Asturias, Palencia y Pirineos. La suerte
nos acompañó y cuando llegamos a la cabecera del río Escabas, donde se
encuentran en semilibertad, allí estaban varios ejemplares adultos y algunas
crías, que nos hicieron vibrar a todos.
Nos sentíamos afortunados de
tener tan cerca al mamífero más poderoso de nuestras tierras a la vez que la
contemplación de los oseznos nos llenaba de ternura. Además, fuimos testigos de
cómo una gran hembra, a mitad de un esbelto pino, reclamaba la atención de sus
ositos que habían trepado hasta la copa. Salimos del Hosquillo con una gran emoción por todo lo vivido esa tarde.
Tras dormir en las cabañas
con literas del camping, amaneció una fresca mañana que nos preparaba para la
siguiente visita. La carretera de montaña atravesaba valles y praderas entre
pinares, todo verde, todo primavera, todo bosque. Esta vez nos dirigimos a la
Vega del Codorno para conocer el famoso nacimiento del Río Cuervo. La
exuberante vegetación que acompaña sus aguas y un entorno con cascadas, pozas y
regueros, crean un paraje lleno de magia y de gran belleza. Hicimos una ruta
circular llegando hasta el mismo manantial donde bebimos de sus frescas aguas.
Aquí comprendimos cómo
interactúan el agua, las rocas carbonatadas y la atmósfera como elementos
formadores y moldeadores de paisajes. Los niños se identificaron con majuelos,
bojes, escaramujos, enebros, sauces…. como guardianes de una biodiversidad que
hay que proteger.
Contemplamos mientras
comíamos un hermoso valle serrano con bosques de pino silvestre y meditamos
sobre la importancia de proteger nuestros montes, nuestras sierras y nuestra
tierra. Defendamos los bosques comunales sabiamente conservados desde la
antigüedad para que nuestros hijos los disfruten como nosotros.
La última parada de nuestra
ruta fue la laguna de Uña, enigmática y hermosa, rodeada de farallones calizos.
Observamos algunos ánades reales, fochas y una garza real. Los carriceros
cantaban mientras nos asomábamos por las pasarelas.
Un café en la terraza de un
bar de Uña disfrutando de una luminosa tarde, preludiaba el regreso, después de
haber vivido experiencias maravillosas y donde los niños se llevaban muchas
historias para contar a sus compañeros y amigos.
Fernando Ávila.
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