El pasado sábado 21 de abril tuvimos la suerte de hacer un viaje al pasado sin movernos del presente. Así es, viajamos al centro de la tierra, pero no llegamos hasta allí porque no llevamos crema solar y no queríamos quemarnos, no porque no pudiéramos. Abrimos un agujero en forma de sondeo para descubrir rocas y fósiles escondidos allí desde hace más de 400 millones de años, lo que unos locos que se hacen llamar geólogos llaman era Paleozoica. Qué como se hace eso. Pues no hizo falta ninguna máquina de última generación ni trajes especiales, sólo unas botas y ropa de senderismo, una mochila con las viandas y mucho, mucho entusiasmo, todo con nuestro guía sabio, Carlos. Ah!!!! y la inestimable ayuda del río Estena que, desde que unos tremendos choques entre trozos de tierra hicieran salir a la superficie esas rocas con sus fósiles, eso que los locos que te he mencionado llaman orogenías, ha horadado la roca, abriendo un precioso y encajado valle, a modo de boca grande o boquera, de ahí que los lugareños lo llamaran Boquerón. Que no, que lo de boquerón no es por el pescado, aunque en esa era Paleozoica Cabañeros estaba cubierto por un mar. Pero las criaturas que habitaban ese mar no se parecen en nada a los pescados, eran moluscos y crustáceos de formas extrañas y tamaños inimaginables, y el rey de esa fauna, al menos por lo que nos ha quedado, era el trilobites, ahora vais a ver por qué.
La ruta empieza por las pizarras más modernas, aunque pronto llega a las cuarcitas del Ordivicio, no temáis a estas palabrotas, pues los geólogos son locos inofensivos. Estas rocas se quedaron inclinadas tras aquellos choques de trenes, bueno de pedazos de tierra. Todavía vamos por un arroyo, el del Chorrillo, pero pronto las aguas de este arroyo caen en el río Estena, al pie de dos grandes picachos que los lugareños conocen como las Torres del Estena. Aquí comienza nuestra aventura marina, aquí empezamos a sumergirnos en ese agujero en forma de sondeo que es este maravilloso río. Pues las capas duras y compactadas de arenas han retenido el molde de las huellas de esos extraños y extraterrestres seres llamados trilobites, crustáceos apasionantes que tiene tres lóbulos, de ahí su nombre. Lo que vimos fue el negativo de esas huellas, pues las huellas de verdad se las llevo el agua con las partes blandas de arcilla, jo teníais que haberlo visto, claro que nosotros lo vimos porque Carlos nos lo mostró con esa manera tan peculiar de llamarnos la atención. Si, tenéis que imaginaros que la arena es una canica y que la arcilla es confeti y que vuestras manos son las fuerzas de la naturaleza, ahora aplastar a la canica y luego al confeti y veréis porque uno permanece y el otro se va con el agua!!!!!!
No, no me he olvidado del otro elemento fundamental del paisaje, la vegetación, pero ante esta maravilla geológica y paleontológica que es el río Estena, el sábado los arberos se disfrazaron de locos geólogos. Pero, como plantabosques que somos, no se nos paso por alto la maravilla de bosques y matorrales mediterráneos que alberga este espacio único que es Cabañeros, en su parte más desconocida, la serrana. Encinas, arces de Montpellier, cornicabras, madroños e inmensos quejigos junto al río, donde también estaban los fresnos. Pero en esto, el río Estena nos guarda otra sorpresa. Resulta que, a la vez que viajamos a la profundidades de la Tierra, también lo hacemos de este a oeste, lo que deja al norte una ladera y al sur la otra. Maravillosa forma de ver como en la umbría crece una vegetación más exuberante, con tejos, acebos y abedules entre las encinas y arces. También nos fijamos en la fauna actual, claro, y los chavales encontraron varias mudas de cangrejo, pero el nuestro, el que conocemos como cangrejo de río autóctono. También vimos alguna cagarruta de nutria.
Después de esta borrachera de fantásticas experiencias, lo mejor era comer al lado del río. Allí, en un merendero Carlos nos tenía reservado otra sorpresa, si el día iba de sorpresa en sorpresa. Cruzamos el río de roca en roca, que siempre trae alguna que otra situación graciosa, ¡vaya alguien ha metido el pie en el agua!, y tras una pared se nos presenta un cuadro contemporáneo, postmoderno y abstracto. No fue Dalí, ni Mondrian, ni Kandisnki, fueron los reyes del mar paleozoico, los trilobites y sus desplazamientos por el lecho de ese mar. Si, eran decenas de huellas, de aquí para allá, grabadas en la roca.
Tras llenar la barriga fuimos a una fuente y allí vimos un tritón... Terminamos en una zona en la que los barrancos han dejado desnudas las pizarras con sus fósiles. Caracolas, trilobites y otros moldes de cuerpos de la fauna de aquella era, y la pregunta de ¿Carlos, es esto un fósil?
Carlos Recio Rincón
Biólogo - Botánico.
Actividades en la Naturaleza.
2 comentarios:
Hola a todos:
Estupenda crónica de una jornada donde Geología y Paleontología abrieron sus páginas para contar interesantes historias.
Es fascinante imaginar esos mares paleozoicos con sus extraños seres que nos han dejado como recuerdo sus fósiles.
Somos vanguardia de una larga evolución biológica que nos faculta para comprender la fragilidad de un planeta cambiante.
Esta capacidad nos exige actuar con mayor responsabilidad ante un futuro cada vez más incierto.
Disfrutemos de cada paseo por la Naturaleza y sintámonos parte de nuestra madre Tierra con tantos millones de años a sus espaldas.
Seamos atentos observadores, aprendamos de la vida y del tiempo.
Un abrazo,
Fernando Ávila
Hola a todos:
Estupenda crónica de una jornada donde Geología y Paleontología abrieron sus páginas para contar interesantes historias.
Es fascinante imaginar esos mares paleozoicos con sus extraños seres que nos han dejado como recuerdo sus fósiles.
Somos vanguardia de una larga evolución biológica que nos faculta para comprender la fragilidad de un planeta cambiante.
Esta capacidad nos exige actuar con mayor responsabilidad ante un futuro cada vez más incierto.
Disfrutemos de cada paseo por la Naturaleza y sintámonos parte de nuestra madre Tierra con tantos millones de años a sus espaldas.
Seamos atentos observadores, aprendamos de la vida y del tiempo.
Un abrazo,
Fernando Ávila
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