Partimos del Centro de Interpretación de Zaorejas, que por
desgracia estaba cerrado y no pudimos ver. Cosas de los recortes. Una pena,
porque allí cuentan parte de la historia más interesante del Alto Tajo, la
tradición de los gancheros, esos hombres que durante siglos aprovecharon la
corriente del río para transportar río abajo troncos que servirían para construir palacios y otras grandes obras.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ganchero.
Así que comenzamos el recorrido en el Mirador de la
Escareruela, espectacular, con formaciones tobáceas, que como nos explicó Enrique,
nuestro guía de lujo, se forman con el carbonato cálcico del agua que se va
acumulando con el paso del tiempo. Recorrimos el camino que ha formado el río y
vimos efectivamente cómo la cal de agua había formado rocas con mucha vida
dentro, con palos, hojas, insectos…
De allí nos trasladamos a la sima de Alcorón, otra formación que tenemos que agradecer a la cal: el agua ha ido horadando la roca durante miles de años, hasta formar esta sima fresquísima, de 60 metros de profundidad. En el fondo, el agua más pura y fresca, filtrada por ese inmenso colador calizo que son las paredes que la rodean.
Muy cerca de allí, a unos dos kilómetros, otro paraje
increíble, un auténtico laberinto excavado en la roca. Imaginad un bloque de
piedra plano que ocupa una extensión enorme y de unos 3 metros de altura. En él
se han abierto de forma natural pasillo muy estrechos, por los que cabe una
persona. Sus paredes, forradas con miles de plantas, como un jardín vertical
que crece gracias a las peculiares condiciones de esos pasillos. Enrique nos
contaba que en más de una ocasión se perdieron excursionistas por aquel
laberinto.
Después, nos fuimos a la zona de acampada, el terreno de
Julio, el dueño de las piraguas. Allí nos cayó la del pulpo, pero tuvo su
gracia salir disparados a las tiendas y oír la lluvia cayendo sobre los techos
impermeables mientras no íbamos durmiendo.
El domingo recorrimos un tramo del Alto Tajo en piragua. Hay
que reconocer que los preparativos fueron complicados, y llevaron más de lo
previsto, pero cuando al fin conseguimos meternos en las piraguas disfrutamos
un montón. El paisaje es extraordinario, un vergel con agua limpia, que en algunos
tramos pasa entre cañones donde viven buitres y otras aves. Lo más divertido,
claro, bajar los rápidos del río, volcar y sobre todo ver como vuelcan los
demás y se caen al agua.
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